El Palacio Real funciona como residencia de los reyes y el gobierno belgas. Sin embargo, este majestuoso edificio no es el hogar de la familia del monarca belga, solo tiene un papel representativo. La instalación está abierta a los visitantes. Aquí puede admirar colecciones de arte, interiores sofisticados y salas de desfiles.
El enorme y macizo edificio data del siglo 18. Anteriormente, otro palacio se encontraba en este sitio, pero en 1731 se quemó por completo. Tras la reunificación de Holanda y Bélgica en 1815, el rey Guillermo I comenzó a reconstruir el castillo, que adquirió una nueva fachada neoclásica. Los sucesivos gobernantes expandieron el edificio y acumularon riquezas en él, incl. muebles preciosos, obras de arte o conjuntos únicos hechos de plata, porcelana y cristal.
En el interior, vale la pena ver la Sala de los Espejos, en la que se utilizaron más de un millón de conchas de escarabajos para decorar el techo. El Salón del Trono y el Salón Ceremonial sorprenden por sus dimensiones y enormes candelabros fabricados en bronce y cristal. El Salón Imperial del siglo XIX sirve como salón de baile, donde se pueden admirar 11 macetas doradas, cada una de las cuales simboliza una de las 11 provincias belgas.